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2007 alejandro-tous.es

La máquina busca del tiempo de Priestley

13 Enero 12 - - Miguel Ayanz- Madrid

Primer acto: Newlingham, Londres. 1919. El país brinda por el fin de la I Guerra Mundial y los Conway, una familia adinerada, celebran felices el cumpleaños de su hija Kay. Segundo acto: han pasado dos décadas. Estamos en 1937, a las puertas de la II Guerra Mundial, y la alegría se ha esfumado junto con la fortuna familiar. Pero queda un tercer acto, con sorpresa narrativa: regresamos a 1919, aunque, como espectadores, ya conocemos el futuro de cada personaje, «un efecto de inmersión alucinante», explica Juan Carlos Pérez de la Fuente.

El director llega a los Teatros del Canal con «El tiempo y los Conway», rompedor montaje escrito en 1937 por J. B. Priestley («Llama un inspector»), traducido esta vez por Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño, matrimonio anglófilo que ha regresado al elocuente título original (el gran Luis Escobar la tradujo en 1942 como «La herida del tiempo»). «Priestley aquí conjuga dos cosas: ese concepto revolucionario del tiempo, que al ponerlo al servicio de una estructura dramatúrgica llama la atención; pero también la propia historia de los Conway, que es apasionante, empezando por ese periodo de entreguerras», advierte Pérez de la Fuente. Y es que, «cuando, desde una empresa privada, se toma la decisión de hacer esta  obra, en tiempos de crisis y con diez actores en el escenario, es porque estás convencido de que fue escrita para momentos como los que estamos pasando».

Priestley se cuela en la fiesta de Kay en el primer acto, comparte con los Conway «una época de ilusiones, atrás queda el horror de una guerra, la gente quiere emprender su vida en un nuevo mundo. Es todo un juego en el que el teatro dentro del teatro juega a disfrazarse». Pero, casi de golpe, como en una ensoñación, la obra salta al segundo acto: «En 50 segundos, hacemos un viaje alucinante a la misma noche, pero dieciocho años después», explica el director. «Hay una crisis económica brutal en toda Europa y ellos son las víctimas, como les está ocurriendo ahora mismo a tantas familias en Europa también, y en el mundo entero», añade Luisa Martín, que da vida a la matriarca de los Conway. Y añade la actriz: «La obra parece escrita anteayer». De la señora Conway, dice el director que es «un personaje alucinante. Viene de la Inglaterra victoriana. Su marido muere de forma extraña, bañándose en un río. Pero nada es casual: Priestley es un arquitecto escénico impresionante».

Nuria Gallardo, Débora Izaguirre, Ruth Salas, Chusa Barbero y Alba Alonso la acompañan en una obra, recuerda el director, «que retrata un mundo femenino, un tiempo de mujeres. Los hombres prácticamente no pintan nada». Aunque haberlos haylos: Juan Díaz, Alejandro Tous, Toni Martínez y Román Sánchez Gregory completan el reparto. A pesar de que, como dice el director, «la obra no tiene anestesia», el escenario es limpio  y luminoso: «Priestley habla del tiempo, pero no se pueden separar tiempo y espacio». Y el director lo ha interpretado como «el proyecto arquitectónico de una casa, pero no la casa realizada, como si fuera el proyecto de un ser humano. Por eso la escenografía es el alzado de una mansión victoriana, con gasas que se evaporan con la luz». Pero, matiza, «el segundo acto es muy duro, la  luz es cenital y hay poco color».

En su obra más «chejoviana», como dijo Priestley, los personajes parecen  abocados a la locura de la autodestrucción. Pero quién sabe: «Cuando volvemos a 1919, el público, atónito,  convive con esos chicos y sus sueños, sabiendo que nada de eso se va a realizar. O sí... Yo creo que es una posibilidad, no un axioma. La obra al final habla de la responsabilidad que tenemos en nuestros actos y en nuestros destinos. No está todo escrito», dice Pérez de la Fuente. «El futuro de esa familia será así si nosotros lo queremos. Somos los constructores de todo».

 

Luisa Martín, entre la televisión y la escena
Del rodaje de «Gran reserva», corriendo a los ensayos de «El tiempo y los Conway», Luisa Martín tiene además un trabajo añadido: debe envejecer veinte años de un acto a otro: «No es sólo algo físico, es un trabajo que parte de dentro, del propio espíritu de la señora Conway, y eso la transforma», explica la actriz, que ve a su personaje como «un poco fina, un poco divertida, muy vital... Es una mujer que se aferra a un tiempo que no va a volver, aunque no renuncia a esa forma de vida».

 

El detalle
¿EXISTEN EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO?

La «estructura de ida y vuelta» de la obra de Priestley se basa en las teorías de J. H. Dunne sobre la no linealidad del tiempo, que influyeron en el dramaturgo: «En vez de pasado, presente y futuro, Dunne defiende científicamente que todo sucede a la vez», cuenta el director. «Somos nada, sólo un soplo, un suspiro, pero tenemos la necesidad de hablar de esas tres dimensiones, pasado, presente y futuro», reconoce Pérez de la Fuente.

Fuente: http://www.larazon.es/noticia/760-la-maquina-busca-del-tiempo-de-priestley

 

Fotografia por Merrick (Spinnin 2007)