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2007 alejandro-tous.es

Sobreactuados - Crítica

V.S.A. / Las Palmas de Gran Canaria

Las buenas perspectivas de la obra se vieron fulminadas por un reparto que no estuvo a la altura.

Tras ver El tiempo y los Conway, el pasado sábado, en el Teatro Cuyás de la capital grancanaria, se plantea un dilema de difícil respuesta. ¿Qué es más lastimoso, ver una obra de teatro representada por un grupo de actores que no da la talla, a pesar de que el texto que la compañía tiene entre las manos sea de primer nivel? ¿O resulta más triste ver a unos estupendos actores naufragar porque la obra que representan está repleta de lagunas? Quizás por la cercanía a lo acontecido en el recinto de la calle Viera y Clavijo, al menos para el espectador, resulta más complicada de digerir la primera de las circunstancias, a pesar de ambas sean penosas.

Conviene aclarar desde un principio que El tiempo y los Conway, de J.B. Priestley, es una obra muy interesante. Por momentos, incluso, una pieza apasionante que desvela lo complicadas que son las relaciones familiares. Tanto entre hermanos como entre padres e hijos. Una obra de claros y oscuros, que parece prometer una cosa, que después ofrece otra y que, cuando menos se lo espera el espectador, regresa al comienzo. A su vez, Priestley aprovecha este culebrón para retratar el declive de una acomodada familia que vivía en pleno esplendor al finalizar la Primera Guerra Mundial y que, a punto de comenzar la segunda gran contienda bélica del siglo XX, se encontraba al borde de la quiebra. La temida burbuja inmobiliaria, tal y como han padecido muchos en este último lustro, y el derroche injustificado tienen la culpa.

Las buenas perspectivas y los valores de este texto, considerado un clásico dentro de la dramaturgia de las islas británicas, fueron fulminados en escena por una pléyade de actores a los que sus papeles les quedaron enormes. El arranque de la obra, en una fiesta familiar que transcurría en 1919, parecía un número murguero del carnaval de 2012. Todo sonaba a falso, a forzado... con unos actores que parecían peleles dentro de una puesta en escena y una dirección caducas, propias de otros tiempos y otros ámbitos.

La sobreactuación es un mal que temen los intérpretes, al menos los buenos. En esta versión de El tiempo y los Conway resultó ser el pan nuestro de cada segundo sobre el escenario de un teatro Cuyás que, por momentos, parecía ocupado por una obra de fin de curso de una academia de arte dramático. Una lástima.

Fuente: http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=249622

Fotografia por Merrick (Spinnin 2007)