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2007 alejandro-tous.es

Sobre "Los chicos de la banda", de Mart Crowley

Este año se estrenó en España la versión que hizo Luis Antonio de Villena de la famosa obra de Crowley. Incluyo aquí la crónica del estreno que publiqué en El Mundo (7 de febrero de 2004), seguida de las notas que hace algunos años escribimos Félix Leiro y yo para una versión que finalmente no llego a realizarse.

El Mundo / M2 /Corazón de Madrid / Viva la vida (7-02-04)

LO QUE HA CAMBIADO Y LO QUE PERMANECE

Leopoldo Alas
La famosa obra de Mart Crowley, mal traducida en español como Los chicos de la banda (lo correcto sería Los chicos aparte, pero no tiene sentido cambiar el título por el que ya se conoce), se estrenó en Nueva York al filo de la militancia, un año antes de los sucesos de Stonwall que alumbraron el movimiento de liberación gay. Aquí se hizo una adaptación literal en 1975 que protagonizaron Joaquín Kremel y José Luis Pellicena. Ahora podemos disfrutar, en el teatro Lara, de la actualización que ha hecho Luis Antonio de Villena, muy bien traída al presente. Se acabó la represión, el miedo a las redadas, las humillaciones, el sentimiento de culpa y las crisis de autoestima. Hoy, siete gays juntos en casa de uno de ellos (más el regalo, el boy que interpreta José Ramón Villar y que en su día hizo David Carpenter), no tienen por qué ocultarse ni sentirse amenazados. La homofobia del heterosexual de la obra, que hace Jesús Noguero, ya no podía ser tan palmaria y sólo se vuelve agresiva contra el personaje de la loca, magistralmente defendido por Pepe Pascual. Aunque en el fondo operen los mismos prejuicios, la derogación de las leyes persecutorias, las todavía tibias conquistas legales, la incorporación del colectivo de gays y lesbianas a la sociedad de consumo, su explotación mediática y el discurso oficial de la tolerancia (a excepción de la Conferencia Episcopal, que ha perdido el oremus), han transformado la sociedad. Hoy, incluso la felicidad es posible. De ahí que el personaje del anfitrión, que encarna Jesús Cisneros, sea el más difícil: el marica atormentado que hace daño a los demás porque no se acepta. Al contrario, el personaje que mejor se adapta a la nueva realidad es el de Ismael Martínez: un gay consciente, libre y sin dobleces. Y con muy buen cuerpo, hay que decirlo. Las preferencias del público se repartían entre él y Alejandro Tous, que es toda una revelación. Espléndido Juan Carlos Naya componiendo, con gran dominio de recursos, el personaje del homenajeado, decadente antagonista del anfitrión. Eficaces y solventes Jesús Ruymán (novio posesivo, monógamo y conciliador) y Emilio Buale (el negro que compone, junto con la loca, la pareja de verdaderos marginados). Entre el público había viejas glorias como el actor José Sazatornil o el periodista Antonio de Olano. Un clásico como Emilio Laguna. Una señora actriz como Emma Penella. El joven y delicioso actor heterogay Eloy Azorín (heterosexual evolucionado, para entendernos). Y la pandi, claro: el político Pedro Zerolo, el escritor José Infante, el director de cine Adolfo Arrieta, el bibliotecario José María Nogales o el televisivo Arturo Tejerina (que prepara un show teatral con Marian Conde). Una noche amistosa para disfrutar de lo que ha cambiado y reflexionar sobre lo que permanece.

NOTAS PARA UNA VERSIÓN DE "LOS CHICOS DE LA BANDA", DE MART CROWLEY

Se mantiene la anécdota central (una fiesta de cumpleaños), el escenario (la casa de Miguel, en los aledaños del barrio de Chueca, en la zona noble: calles como Almirante o Tamayo y Baus) y los personajes. El punto de vista frente a la homosexualidad que plantea la obra original resulta en muchos aspectos anticuado; los conflictos que viven los personajes ante su condición están justificados por unas circunstancias hiostórico sociales que han cambiado, así como la posición del mundo heterosexual mayoritario frente a los gays, pero sólo de una manera formal. En los primeros setenta, a pesar de haberse iniciado el movimiento de liberación, la represión, como puede apreciarse en la obra de Crowley, generaba el miedo a las redadas, las humillaciones, la marginación, la crisis de autoestima, el sentimiento de culpa… Los personajes de Los chicos de la banda están determinados en su conducta por estos condicionantes.

A finales de los noventa, derogadas las leyes persecutorias y tras la explotación mediática del fenómeno gay, su incorporación a la sociedad de consumo y las conquistas legales (ley de parejas de hecho), siete gays juntos en casa de uno de ellos no tienen por qué tener un sentimiento de amenaza exterior ni por qué ocultarse. De ahí que Alan, el heterosexual de la obra, no pueda ser alguien ante quien haya que disimular ni mucho menos un homófobo agresivo. Para adaptarlo a los tiempos, ha de ser un exponente de la tolerancia oficial. Evidentemente, no puede mostrar una actitud discriminatoria porque su mentalidad liberal se lo impide, aunque en el fondo sigan operando los mismos prejuicios que la sociedad mantiene. Se trata de ir rascando a lo largo de la obra ese maquillaje de comprensión/compasión para poner de manifiesto el arraigo de una discriminación que, en este caso, sería positiva, y a la que en buena parte está contribuyendo la actitud del propio mundo gay:

1) El propio concepto de mundo gay está señalando un apartamiento y una consideración de los homosexuales como minoría que busca sus señas de identidad en el gueto.

2) En la homologación que se pretende con la sociedad evidentemen-te heterosexual, se reproducen los mismos modelos de integración que la sociedad invocaba para negar la homosexualidad:

a) Se acepta el modelo convencional de familia.

b) Se reproduce el sistema de clases (gays con tarjeta de crédito frente a los maricones de siempre)

c) Se establece una jerarquía de valores y se discrimina a los gays que la desafían.

d) Hebraización del mundo gay: se genera un sentimiento de nacionalismo sin patria, junto a un sentimiento de superioridad que empieza a despertar antipatías (se confunde orgullo con arrogancia).

Así las cosas, nos hallamos en un momento decisivo: la posición social respecto a la homosexualidad podría derivar en una reacción que reavivara los fantasmas de la represión o bien podría superarse la cuestión por arriba y que la homosexualidad, por aceptación espontánea, dejara de ser un tema de debate. La consideración de los homosexuales como un nucleo aparte o una minoría más o menos numerosa intenta negar la evidencia de que la homosexualidad surge de la propia sociedad, de cualquier raza, de cualquier religión. No es una realidad aparte sino interna. No se trata ni de fomentarla, como intenta hacer el mundo gay, ni de reprimirla, como siempre se hizo. No es una cuestión de integración (los gays no son gente que viene de fuera) sino de respeto (el que merece cualquiera).

LOS PERSONAJES:

MIGUEL. El anfitrión. Procede de una clase acomodada. Tiene un pasado izquierdista, pero empieza a identificarse con posiciones conservadoras de un pragmatismo cruel. A pesar de su aparente seguridad, de su carácter desprejuiciado y de su nivel cultural, en el fondo es un inadaptado. Tiene complejos y no se acepta del todo a sí mismo, lo que le lleva, en momentos de crisis, a refugiarse en el dudoso consuelo que le proporcionan las enseñanzas de un gurú indio. Dentro de sus contradicciones, tiene una lucidez despiadada que le empuja a desenmascarar cruelmente a Jaime (antiguo compañero de universidad), proponiendo el juego de las llamadas con el único fin de poner en evidencia sus prejuicios.

ANDRÉS. Socialmente proviene, como el anterior, de una clase media acomodada pero su sentido crítico y su autonomía moral le han conducido al desclasamiento, de ahí que se encuentre a gusto trabajando en una gasolinera; al librarse de las ambiciones, se libra de las frustraciones. Eso no evita sus crisis neuróticas y su frecuente recurso a la terapia gesthalt, pues le cuesta aceptar la idea de que ha fracasado. Confidente de Miguel, es el que al final le hará ver su mezquindad.

BORIS. Si en la obra original era un personaje de extracción social humilde, en esta versión es un snob, burgués pero con un sentimiento de inferioridad frente a los otros debido, más que a su ostensible pluma, al hecho de que provenga de un país del tercer mundo. Al contrario que en la obra original, es el personaje con quien mejor se entiende el heterosexual Jaime, porque representa para él el aspecto más tópico del marica de toda la vida.

GABY. Es fotógrafo de moda y el personaje con una visión más ceretera de la imposibilidad de adaptar la pareja gay a la concepción que la sociedad establecida tiene del matrimonio. Mientras que su novio Fernando, un homosexual converso (en el sentido de que ha tenido una trayectoria heterosexual, al haber estado casado y haber tenido hijos), intenta reproducir el esquema de fidelidad y exclusividad que le han inculcado, Gaby sólo acepta vivir en pareja si se preserva su libertad sexual y el derecho a su intimidad.

FERNANDO. Es profesor en un instituto de ESO, lo cual implica que la mayoría de sus alumnos son menores de edad y, en consecuencia, que su condición de homosexual debe permanecer oculta ante los padres y ante las autoridades del colegio. Mientras que Gaby puede ser él mismo debido a su profesión, Fernando se ve condenado a fingir un yo social, con la coartada de que estuvo casado y tiene hijos. De hecho, si se casó fue debido a que tenía tan fuertemente impresos los prejuicios heredados, que no pudo imaginar siquiera que era homosexual hasta que la evidencia se le impuso.

HORACIO. Es negro y trabaja como empleado en unos grandes almacenes. Tanto fuera como dentro del mundo gay, padece una discriminación. Fuera, además de negro, es un marica que debe ocultarse, porque trabaja en una empresa fuertemente convencional. Entre los gays, se le señala de vez en cuando su supuesta condición de inferior, lo que le acerca a Boris.

FALO. Joven de unos veintidós años que vive en un barrio de la periferia. Se busca la vida como chapero y, por tanto, no se le considera como un gay más (debido a la ambigüedad sexual típica en la prostitución masculina con hombres), sino exclusivamente como un cuerpo deseable. Es un catalizador para el morbo y el desahogo.

ORIOL. Catalán, oveja negra de buena familia, culto, refinado. Su familia tenía una editorial prestigiosa en la que llegó a ocupar un puesto influyente, pero el negocio familiar fue absorbido por una editorial potente y él se quedó en la calle, llevando vida de señor sin tener un duro. Es el antagonista perfecto de Miguel. Se odian y se necesitan, son el uno el espejo del otro. Miguel es consciente de su superioridad intelectual y le reta continuamente porque de alguna manera necesita la satisfacción de vencerle. La seguridad de Oriol tiene un punto débil: su aspecto físico poco agraciado y su recurso constante a la cosmética, que Miguel ridiculiza; sin embargo, para que nadie le ataque por su fealdad, ya se ocupa él de autoflagelarse.

JAIME. Al igual que en la obra original, la crisis con su esposa le lleva a casa de Miguel. Su reacción, como ya se ha señalado, es de simpatía y comprensión, como si todo eso le pareciera de lo más normal y él no tuviera ningún reproche que hacer. Por el hecho de ser heterosexual, es deseado y, en cierto modo, acosado por todos los invitados, lo cual empieza a resquebrajar la solidez de su actitud tolerante. El juego de las llamadas tiene como objetivo desenmascararle. Miguel sabe algo que tanto él como los demás ignoran, y se reserva esa información hasta el desenlace, cuando Jaime se ve forzado a llamar a su mujer Sonia y ésta le confiesa que es lesbiana y que está enamorada de su hermana (la de Jaime, claro). Mientras la homosexualidad está fuera de su vida y de su familia, Jaime no tiene ningún problema en aceptarla; cuando atañe a su mujer y a su hermana, las cosas cambian sustancialmente y, sin poderse contener, pone de manifiesto su verdadera postura: lo hubiera entendido de haber sido con un hombre, pero no puede entender que Sonia haya preferido a otra mujer, menos aún a su hermana, de quien nunca imaginó que fuera lesbiana. Él pensaba que su familia y su matrimonio eran perfectamente normales.

 

Fuente: http://leopoldoalas.blogia.com/2004/080402-sobre-los-chicos-de-la-banda-de-mart-crowley.php

Fotografia por Merrick (Spinnin 2007)