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2007 alejandro-tous.es

Sonrisas y lágrimas: willkomen to Kit Kat Club

Por Carlos Serrano - 13/01/17

En 1966 Harold Prince ofrecía a los amantes del musical un regalo: se estrenaba en Broadway Cabaret. Doce  premios Tony. En 1972, Bob Fosse convertía ese regalo en una joya para el cinéfilo. Logró ocho Oscars. Jaime Azpilicueta  nos hace otro gran presente. El teatro Lope de Vega se convierte en una cápsula del tiempo para transportarnos al Berlín de los años 30. El espectador entra de lleno en el salón recibidor del local más ardiente de la capital alemana: Kit Kat Club. No se impacienten, en un momento saldrán las chicas a realizar su show.

Dejen sus preocupaciones y prejuicios de cualquier tipo sobre versiones anteriores  en la entrada. Se advierte que será un duro viaje, pues seremos testigos de lo mejor y peor de una época, que rodeada de aura felicidad, se rompió en mil pedazos. El maestro de ceremonias nos da la bienvenida. Es lo mejor de la función. Enorme en la bipolaridad de su oscuro personaje. Agarra al espectador y este no puede parar de reír y estar inquieto por esperar la próxima provocación. Llegan las chicas. La provocadora coreografía, la brillante banda en directo y una espectacular escenografía, provocan  miedo a pestañear por perderse algún detalle. Palmas doloridas de aplaudir tras el primer número. Sería la primera lluvia de aplausos de muchas en los próximas dos horas. El público sevillano estaba entregado.

Llega Sally. Cristina Castaño logra alejar la imagen de La que se avecina y da un golpe sobre la mesa cómo artista. Musicalmente fue toda una sorpresa. Su actuación en la primera parte deja demasiados tics que recuerdan demasiado al enorme trabajo de Liza May Minnelli. Con lo cual, al cumplirse el cincuenta aniversario de este musical, podría interpretarse cómo un homenaje a una de la escasas  artistas que tiene el póker del mundo del espectáculo norteamericano: Oscars, Grammy, Emmy y Tony.

Continuaba el buen humor sobre el escenario. Algún número aislado alargaba un poco el primer acto. Demasiados momentos para la relación entre el tendero judío y la casera de Sally y Cliff. O el juego entre la prostituta y los marineros. Tras tanta espectacularidad y aplausos, sobrevuela la sospecha de que se han olvidado entre bambalinas de uno de los puntos fuertes del libreto de Joe Masteroff: la enorme carga de crítica social hacia aquellos que decidieron mirar para otro lado cuando se avecinan las sombras del nazismo  en Alemania. Alguna sutileza, poco más. El actor Alejandro Tous, Cliff, está muy creíble en la piel del bohemio escritor que va viendo la desagradable realidad que poco a poco se va apoderando de todo.

Pero antes de que podamos darnos cuenta, el número que cierra la primera parte da una patada a todo lo anterior. Representa  la cara amarga. Banderas nazis toman las calles y la canción de propaganda nacionalsocialista comienza cómo un susurro pero acaba sonando a pleno pulmón. Acompañada de un inteligente juego de luces, realza del efecto de verlo cómo un alemán más de la época. Se logra incluso que entren ganas de cantarla. Aunque seamos conscientes de los principios que aguardan tras esas insignias. Magistral voz e interpretación del personaje del aristócrata.

En el segundo acto se acabó el champán. Poco a poco ya dejan de sonar tan alegres las canciones. Cristina Castaño ofrece una enorme subida en nivel interpretativo, ahora si resulta más autentica. Poco a poco el Cabaret no resulta tan alegre. El momento culmen llega con la inmensa  canción que nos anuncia la vida es un Cabaret. Castaño saca toda la Sally que lleva dentro. Voz rasgada y llena de fuerza para compartir los sueños rotos.

Cómo fábrica de sentimientos a flor de piel, Cabaret  dirige con cada número, juego de escena viendo que las luces y el color se van marchitando, al precipicio de la lágrima tras la bajada de telón. De nuevo, quizás a este show  le pierde en momentos  el  estar enamorado de sí mismo y se podría haber llegado antes al gran climax. Nos coge la mano y no la suelta hasta esa inmensa despedida que nos devuelve, de un puñetazo en la cara, aquellos problemas que queríamos dejar en la puerta con un desgarrador cuadro final. Willkommen, bienvenue, welcome.

Fuente: http://xyzdiario.com/cultura/sonrisas-lagrimas-willkomen-to-kit-kat-club/

Fotografia por Merrick (Spinnin 2007)